Para Mariana, por
supuesto
I. Para llegar al
sauce
Era
sueño la helada sutura prisionera
al
instante de saliva agarrotada y
gaseosa
madreselva,
era
sueño la canícula de argón al fondo,
muy
al fondo –precipitante mercurio
del
quebrado espejo del mundo
que
relumbra otro y otro sueño redivivo.
Y
sueño también fueron la senda fortuita,
el
pan ameno –óvalo que la noche argenta,
el
torreón emplumado que atraviesa
los
dedales del incienso. Fue
el
odre fantástico de tu sangre vertida
por
el glaciar embriagante de la floresta:
donde
perdí mi carne agorera.
Yo
caminé el musgo de los senderos
y
hendí mi nombre en el obelisco
del
horror primero –túmulo al fuego
que
ninguna temprana órbita poseía
ni
de otro caminante era tibio el eco,
ni
tampoco la hoz de estío
que
siega con su sonata lisonjera.
Entonces
flaquearon mis fuerzas,
un
sueño de moscardón y ribera fría
labró
mi pensamiento –uña de invierno
carnívora,
párpado de harina
en
el mismo garfio ártico del sueño
o
pétalo de un embalsamado enigma
que
toda hora replica, cortador,
mi
sola caricia incompleta.
Vi
el recostarse lunar de la ausencia
en
la hamaca marinera –escama lacteada
como
el pabilo de un vientre acechante
o
un velón de invisibilidad derretido,
verbo
enraizado de arácnida umbría
a
la pestaña de níquel que por siglos
paraliza
el lecho noctámbulo del río.
Y
más arriba el fantasma acristalado
de
un sauce dormido –ovillo del tiempo
que
acunaba tu dolor con el mío;
de
obsidiana el sauce sin lágrimas,
en
el silencio socavado imperioso
como
diente de ebúrnea melancolía,
vértice
y ventana constelado tan delirio.
Soñé
la erótica mordaza del olvido
que
acantona trópicos de angustia
en
la crucifixión de otros paraísos…
Y
abracé el tronco perseguidor de aire
con
el sol y su locura taurina;
fui,
intruso, el carcelario libertador
de
una voluntad tejida con nieve y hambre.
Mas
no era sueño la sombra esférica
por
el sauce durmiente aquilatada,
no,
ningún sueño era del soñante cerco,
no,
sino el lívido roce del licor muerto,
increada
figura del bosque amanecida
que
hay en el perderte a cada tanto
cuando
sueñas bajo un sauce mis heridas.
L.S.
Para mí de Lászlo Székely en el país de Nunca jamás :)
La figura del sueño habita en el sauce, porque es tan profundo como aquellos ojos...
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