domingo, 3 de marzo de 2013

“Promesse de bonheur” Felicidad embotellada


Relata la leyenda que en 1905 François Coty, perfumero en ciernes, después de haber sido rechazado por uno de los más destacados almacenes de Francia, dejó caer por accidente la botella que contenía uno de sus recientes perfumes. Cuando ésta colisionó contra el suelo, los más variados olores se extendieron por todo el lugar; la gente, en obediencia a su olfato, se aproximó a la fuente de tan peculiar aroma. En un parpadeo, la demanda por los perfumes de François se incrementó exponencialmente.
Lo más probable es que él no se imaginaba que dicho accidente habría de traerle tal renombre, mucho menos que provocaría  el fenómeno social y cultural del que hoy somos testigos. O quizá sí, y por ello nos dejó embotellada en frascos cuadrados, circulares, hexagonales, con forma de flor o sin una figura definida, de colores brillantes o simplemente transparentes, la misma felicidad que experimentó cuando sus creaciones adquirieron fama. La felicidad dentro de una botella. La promesa de felicidad.
            El olor es uno de los valores más íntimos del ser humano; desde el nacimiento, se está en contacto con éste: el olor de las flores, de los frutos, de la leña desgajándose al calor del fuego, de la lluvia cuando entra en contacto con la tierra [...]  La realidad que nos rodea es por definición perceptible por medio de ellos; es un crisol en el que múltiples olores se conjugan. No obstante, con paso de los años  y la elaboración de etiquetas corporales rigurosas[1], que establecían distancia en relación con ciertos rasgos que evidenciaban la corporalidad, se  transformó la postura frente a los efluvios circundantes.
A pesar de que éstos dependen innegablemente de una percepción individual y subjetiva, se estandarizaron los olores “feos”, “desagradables” o “malos”. En dicha clasificación, se encontraron muchos que surgían propiamente del cuerpo humano; ¿a qué huele un humano?, ¿su aroma es bueno o es malo? El olor corporal está ligado de forma intrínseca con el individuo. Es una cualidad única. Sin embargo, el hombre parece haber desarrollado aversión hacia los olores personales, desde el sudor hasta el aliento. Frente a éstos, se plantan los considerados buenos olores, donde el perfume juega un papel esencial.
La industria de los perfumes ha aprovechado el desprecio del hombre hacia los/sus “malos” olores, para estructurar las estrategias publicitarias. Colocadas en perspectiva, podrían incluso plantearse como algo siniestro e innegablemente efectivo.
En México, la publicidad en torno al perfume –que sea meramente nacional- es escasa. Nos encontramos rodeados por cientos de anuncios publicitarios de origen extranjero. Sin embargo, este factor no reduce su efecto en la sociedad mexicana, sino lo amplifica. En éstos, la realidad se plantea de un modo muy distinto a cómo la percibimos: paisajes idílicos, en ocasiones sacados de cuentos de hadas; historias de amor a primera vista, que en lugar de ser algo fugaz y transitorio, se muestra como algo perenne y atemporal; personajes de una belleza excepcional, capaz casi de atravesar la pantalla, o de desprenderse de las superficies para crear cercanía con los espectadores; asimismo,  estrellas del medio musical, cinematográfico o televisivo participan en las últimas tendencias con la creación de su “propio” perfume.
Las luces se encienden,  todo en escala de grises, el ancho de la pantalla se llena con el rostro de un joven atractivo. Sube la mirada lentamente y lo primero que se escucha es el chasquido de sus dedos. Dos dados caen: la fortuna ha sido lanzada. La secuencia de imágenes subsecuente funciona con base en esta fórmula: chasquido, aparece un coche, chasquido, el dinero cae del cielo, chasquido, fuegos artificiales, fotógrafos, mujeres, fama, un vaso de agua; el perfume One million, de Paco Rabanne, en la otra mano. Las luces se apagan.  
La selección de elementos que aparecen en este comercial poco tiene de arbitraria.  Lujos, fama, el amor de una mujer; todo lo que supuestamente el hombre anhela, pero en el centro de la enumeración visual, salta a la vista el solitario y común vaso de agua −que bien podría ser cualquier otro líquido−; parece no pertenecer a la lista.
La estrategia de este anuncio se repite en muchos otros: se colocan aquellos lujos inalcanzables que aparentemente representan la felicidad del hombre, a la par de cosas tan fundamentales como un vaso de agua; en otros, los lujos pierden su valor, lo único planteado como real es la fragancia; o también acontecen historias perfectamente detalladas en la cual la estrella del espectáculo deja atrás su maravillosa vida, en la pesquisa de un amor fugaz. Realmente estos factores no hacen sino resaltar el valor del perfume como artífice de maravillas.
 Estas llamativas formulaciones aspiracionales, acompañadas de música “pegajosa” y argumentos atrayentes, se instauran con rapidez en el gusto de los espectadores. Sin embargo, debe tenerse en mente que el público al que se dirigen está delimitado, lo cual refuerza el matiz de aspiración. Los perfumes “originales” son por lo general costosos y se obtienen en sitios específicos. Es por ello que han surgido las casas de esencias o perfumes que te ofrecen el mismo aroma a un precio mucho más asequible. Mas, ¿ofrecen las mismas promesas que el “original”?
El grado de asimilación social que tiene el uso del perfume, sorprende: “porque me gusta oler rico”, “porque me hace sentir bien”, “porque es el perfume de mi estrella favorita y así me siento más cerca de ella”, “habla mucho de la persona”, “ayuda a atraer al género opuesto”, “garantiza éxito y aceptación”. Hemos llegado a un punto en donde el perfume no sólo se plantea tan importante como la necesidad humana de tomar agua, sino que parece que se ha establecido una relación metonímica entre el hombre y la fragancia que utiliza. ¿Dónde permanece la individualidad si, fácilmente, dentro de un vagón del metro pueden encontrarse dos personas usando el mismo perfume? El mundo se encuentra envuelto en una bruma perfumada, donde parece subsumirse el humano.
Aunque hay quienes no gustan de los perfumes, muchos otros no conciben siquiera su falta.  Sentir el olor real ha quedado olvidado, aunque éste se halle dentro de la naturaleza humana; se ha sustituido por una fragancia artificial.  A pesar de que la promesse de bonheur de los comerciales nunca se cumple, lo más esencial de ésta permanece y se ha internado en el humano. Lo consideran algo fundamental para obtener ciertas cosas. La aceptación, éxito social, laboral y afectivo encabezan los motivos; han adquirido un mayor nivel jerárquico de entre el resto de las ambiciones del hombre.
Tal como si nos halláramos bajo el hechizo de estos efluvios, los perfumes y su publicidad nos venden la idea de que la felicidad, en todas sus expresiones, y la posibilidad de lograr lo deseado está al alcance de un chasquido de los dedos.


Este texto participa en la  IV Edición del Carnaval de Humanidades  alojado por Kurt Friedrich Gödel en su blog Literatura es aprehender la realidad


[1] David Le Breton, Antropología del cuerpo y modernidad, Nueva visión, Buenos Aires, 2002, p.71

sábado, 17 de noviembre de 2012

Me parece estarte percibiendo entre siglas.
En el juego de la arbitrariedad perpetua.
Nimiedades,  Absoluciones.
Devaneos, ALCÁZARES.

...

domingo, 11 de noviembre de 2012

Fuera de las significaciones ridículas
se erigen estandartes que fluctúan
con el ritmo del pecho ondulante;
devenir de la pasión iracunda.

Escarabajos creando zurcos
por el terreno fértil
de la incertidumbre.
Desembarazo.

Las huellas de tus pasos
sobre la arena
(donde siempre han de deshacerse)
se amarran cercanas a la orilla
y se burlan.

El crujir. ¿Lo escuchas?
Estruendo que ruge
desde las entrañas robustas
de sangre que corre.
Arraigado.

El gorjeo revelador.
El nudo antepasado de las omisiones.








sábado, 10 de noviembre de 2012

Sin título

Humo crepitante que asciende sigiloso
pálpito constante que recorre todo el cuepo, 
la respiración pausada del animal al asecho
el sueño perpetuo de la imagen especular. 

Un mismo árbol, habitado de ramas,
con nidos repletos de vagas formulaciones: 
ramas torcidas y distantes; 
cada vez más ajenas y lejanas. 

Poco tienen de diferente un cuerpo cálido
e inerte al costado
y un monumento de glorias pasadas. 

Poco se sienten sobre la piel los abrojos, 
cuando los muros se yerguen paralelos 
al remiendo vigoroso construido con papeles. 

martes, 2 de octubre de 2012

Help, I have done it again
I have been here many times before
And, the worst part is there's no-one else to blame


Lost myself and I am nowhere to be found,
Yeah I think that I might break
I've lost myself again and I feel unsafe



lunes, 3 de septiembre de 2012

Me he encontrado a mí misma sonriéndole a un punto vago en la oscuridad.
Imagen de Ken Wong

Árbol

Qué fácil te llenas la boca con su nombre
¡con qué simpleza desatas los nudos y partes!
de que frivolidad gozas si en un parpadeo
borras todo lo que había edificado en ilusos sueños
y vagas especulaciones.

Soy el cuerpo hueco que camina por inercia
las casas abandonadas y los ojos vacíos,
el reflejo de mí misma, 
la imagen impaciente, azorada,
titilante y vaga.

El molde se ha roto.
Los disfraces resurgen.
Bienvenidos, espectros
altaneros, perennes.

Ya las puertas se cierran,
se ha llenado el abismo. 
La máscara morfa
y permanece.