lunes, 19 de septiembre de 2011

Ella, ésta, esa, aquella.

Era el cuadro más hermoso que había observado, sino en toda su vida, en un buen tiempo. Pasaba por casualidad por la calle, cuando desde afuera lo percibió.
Se acercó, sin entender muy bien porqué, sigilosa; los detalles, la técnica y la viveza de los colores llenaban de luz el pequeño sector que la pintura ocupaba en la tienda de antigüedades. El marco presentaba los rasgos del paso del tiempo; deslavado, desgastado, desteñido, apagado. El barniz de la madera asemejaba la corteza de un árbol, pues eran miles los bordes que componían su estructura; como las células de un cuerpo que se desprenden de la piel, para convertirse en polvo. 
Representaba una escena sencilla: una joven sentada sobre el pasto, debajo de un árbol que estaba cercano a una banca, perteneciente a un parque; en los parques CASI siempre hay niños, pero no, éste se encontraba vacío, CASI por completo. Una joven sentada debajo de un árbol, con un libro que descansaba sobre el pasto. Su mirada parecía buscar algo en el horizonte, donde sólo se podían vislumbar más árboles, de diversos tonos de verdes. Ella, la que vió el cuadro desde afuera, sintió el imperioso deseo de pasar sus dedos sobre las hojas de aquellos árboles que parecían tener vida propia. Juraría que podía sentir el mismo viento que las dotaba de movimiento.

ELLA, creyó comprender lo que dibujaba la pintura; el óleo mezclado, tal vez con aserrín, y con mucho aceite de linaza (o al menos eso es lo que recordaba de sus clases de óleo en el bachillerato: el óleo se diluye con aceite de linaza o aguarrás) ¿Por qué pensó que aceite de linaza?, porque los ojos de la joven en la escena brillaban, cual si estuvieran llenos de agua, vivos, apunto de derramarse y salirse de sus cuencas. El aguarrás no le da ese efecto a las pinturas, pareciera que se traga una parte de ellas, lucen más secas, asperas, como apunto de despedazarse. Justo como el marco de madera que rodeaba la obra que, a los ojos de ELLA, representaba la ESPERA "el hombre ha nacido para morir. ¿Qué quiere decir eso? Perder el tiempo y esperar. Esperar el colectivo. Esperar que canten los ratones. Esperar que a las serpientes le crezcan alas. Perder el tiempo"1.
Muchas podían ser las teorías que podían atribuirsele al hecho de que semejante lienzo llevara tanto tiempo en el mismo lugar: "lo cierto es que nos da placer hacernos de cosas viejas, como si las rescatáramos de algún olvido doloroso o al tocarlas les diéramos nueva vida"2, mas a ELLA le parecía que ese no era el caso. Por su mente aparecieron diferentes teorías:
1) Era demasiado cara y, dado que se encontraba en una tienda de antigüedades, a nadie le parecía que el precio fuera congruente con su estado y su condición de "vieja"
2) Nadie había mirado con detenimiento los detalles, ni se había impresionado del mismo modo que ELLA. Quizá cuando las personas entraban buscando algo en específico, obviaban no sólo el tamaño, sino también el valor de la pintura que se encontraba oculta entre un enorme reloj que marcaba e indicaba las horas con fuerza semejante a la de un juez que golpea con el mazo,  y entre un mueble lleno de juguetes.
3) A pesar de que por un instante sintió que una parte de ELLA estaba reflejada  enla  imagen que tanto  llamó su atención y que la hizo cortar su camino en dirección a su hogar, como si hubiera despertado de una ensoñación, se dio cuenta del por qué ese cuadro llevaba ahí tanto tiempo. Dentro de esa tienda de antigüedades, abarrotada de objetos que poseían historias de sus anteriores dueños, se hallaba solamente una pintura que nadie miraba, puesto que era sólo eso: una pintura. Algo que, para la mayoría de los individuos no representaba mucho, CASI nada. ELLA descubrió que nadie se llevaba ese otro objeto, debido a que no servía para nada. Si no para llenar espacios o paredes, mucho menos para llenar vacíos.
Una pintura, a fin de cuentas, que habría de quedarse quién sabe cuanto tiempo más ahí. A ELLA le bastaba con su propio reflejo para darse cuenta de su eterna espera. ELLA estaba desliéndose del mismo modo. No tenía necesidad de cosificar ese sentimiento.
Aquel cuadro, ESE cuadro, el MISMO cuadro, permaneció inmóvil durante todo el tiempo que ELLA lo miró. La imagen inmutable.
El anunció de la hora le retumbó en los oídos a ELLA y notó que había pasado demasiado tiempo en el establecimiento. Se apresuró. Abrió la puerta acompañada del tintineo de la campana que indicaba la llegada o partida de alguien. Salió y reanudó su camino.
La tienda se alejaba, pronto se convirtió en un horizonte como el de la obra, bañado de la misma esencia, pero compuesto por distintas siluetas. Mientras la sucesión de sus pasos creaba un ritmo constante, no paró de preguntarse, ¿qué sería de ESA pintura que nadie quería? En fin, lucía bien en la distancia.

1 comentario:

  1. Muy bueno, realmente muy bueno. Una viñeta compacta en acciones, fondo y figura. Me parece que el juego del desdoblamiento funciona aquí porque se realiza con sutileza: ella, la joven del parque, y ella, la joven que admira el cuadro, son la misma, mediadas por una misma inminente espera. ¿Espera de qué? Pareciese como si se esperara al tiempo mismo, en un vínculo secreto entre dos mundos invisibles para el resto: ninguna de las dos mujeres es observada sino por ellas mismas. La sucesión de hipótesis acerca de la naturaleza del cuadro nos traslada a una oculta obsesión de la "protagonista" por darle un sentido a ese compendio de ramajes, madera, aceite de linaza y ojos brillosos que es su propio reflejo pintado. No obstante, no hay respuesta sino la espera misma: a ella, la que está en la tienda de antigüedades, también la tiene que esperar algo o alguien más, el retrato aún increado de una sombra también suya. Debido a esto anterior, la historia se convierte en un tríptico de correferencias gemelas, donde la misma joven espera ser esperada en el tiempo de lo pintado, en el tiempo de lo petrificante y de la añosa arcadia... pero el tercer recuadro permanece aún incompleto: ¿qué reflejo de ella misma se dedicará a contemplar los ojos venturosos de quien ha quedado prendida de una antigüedad imposible de vender? El misterio se abre como otra espera de raíces antiguas que trasciende a la escena.
    Por cierto, algún día me gustaría ir a esa tienda de antigüedades. La joven debajo de los árboles no es un reflejo mío, pero sí un sueño, uno que me aguarda. Algo hay en los árboles que mece la ausencia de formas esperanzadoras. Algo hay en esa joven que trasciende a las letras.

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