viernes, 16 de julio de 2010
Mariposas en el estómago (2006)
I El ruido de la gotera en el techo no me dejaba conciliar el sueño,
una vez más las voces en mi cabeza me decían que hacer, trataba de no oírlas con todas mis fuerzas, pero el ruido ensordecedor no se apagaba.
Los momentos, las ilusiones, corrían frente a mis ojos, con la velocidad de el aleteo de una mariposa; cada mañana despertaba observando el techo desconocido, la lámpara refulgiendo, con un halo a su alrededor y algunos insectos que parecían danzar alrededor de ella.
La mismas paredes, paredes que más que sostener un techo, y juntos conformar un cuarto, eran como los barrotes inamovibles de una jaula que me encerraba.
No puedo moverme, sólo puedo observar lo que hay alrededor y refugiarme en mi cabeza, con los brazos atados por cuerdas invisibles, atada a una cama que no sólo mantiene mi cuerpo inerte, también atando mi libertad y mi espíritu.
De vez en cuando varios hombres entran a verme diciendo que no hay mejora en mi situación, sus rostros con un tinte de tristeza me dedican lastimeras sonrisas.
Ni siquiera puedo recordar por que estoy aquí, no sé quién soy, sólo se que cada día es como volver a empezar, regresar la memoria a un mismo momento, al mismo instante pendiendo del aire, ahora.
A veces pienso que todo es una ilusión, producto de mi transtornada imaginación jugándome bromas crueles.
Y la ironía de no saber quien soy, no recordar mi propio rostro, pero si el recordar a alguien más, no sé con certeza quien sea, pero su voz rebota en los muros de mi mente y mi memoria. Esa voz que me gritaba desgarrando su garganta
-¡No!-con un deseo tan febril, un vacío infinito en el que caigo hasta que ya no hay más, una mano flotando entre las capas de aire sobre mi cabeza, una mano tratando de sujetarme para impedir que cayera al vacio.
Un rostro conocido, una voz cálida, que mientras estoy atada a esta cama, me cuenta la misma historia.
Sé que en algun momento lograré salir de aquí, ese día pronto llegará.
II Por primera vez, sentía el fresco aire golpeando mi rostro, me encontraba al borde de mi propio precipicio, parada en lo alto de un edificio, el aire transpasando la tela que cubría mi piel, y a lo lejos la misma voz.
-¡No!-¿Quién eres?
De entre tantas voces en mi cabeza, era la que con más fuerza trataba de llamar mi atención.
-¡No!, ésta no es la solución a tus problemas,¡No!-¿Por qué quieres detenerme?¿Para qué?, así todo es más sencillo. Sólo quiero acallar las voces en mi cabeza, volver al silencio.
Y en un instante, todo terminó, me arrojé al vacío infinito y desperté.
Todo vuelve a comenzar.
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