VI El ligero movimiento que el pez hacia con su boca dentro de la pesera, provocaba que pequeñas burbujas ascendieran a la superficie del agua, donde se reventaban. Efímeras.
A las 4 de la mañana, la joven escuchó que algo se quebraba. El viavén de sus ojos producto del sueño se detuvo. Abrió lentamente los párpados, amarillas las lagañas que ataban los globos oculares a sus cuencas. El cansancio acumulado por semanas tiñió de rojo la esclerótica. El negro de afuera y el de adentro eran tan abrumadores, que creyó estar dentro de un agujero. Obligó a sus piernas a moverse y lo primero que vio, fue que algo extraño flotaba en la pecera de Audrey, su única compañía, en la nueva etapa de "independencia"; relativa. Se sentía atada tantas veces.
Levantó el extraño objeto que había caído en el agua, se dio cuenta de que era un pedazo de techo. Miró hacia arriba y notó el hueco que dejó sobre el concreto, ahora flotante. Lo sostuvo entre sus manos, atisbó el nado aguzado de su pez cebra, de un lado a otro, moviendo sus aletas cual si estuviera escapando, y no pudo evitar sentir un escozor en el pecho. ¿Fue eso lo único que se quebró?
wooooow tienes muchísmo talento M, me dejó fría tu cuento, y me fascino!!!!!!!!!! atte: C
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