jueves, 24 de mayo de 2012

Sauce



Para Mariana, por supuesto

I. Para llegar al sauce


Era sueño la helada sutura prisionera
al instante de saliva agarrotada y
gaseosa madreselva,
era sueño la canícula de argón al fondo,
muy al fondo –precipitante mercurio
del quebrado espejo del mundo
que relumbra otro y otro sueño redivivo.

Y sueño también fueron la senda fortuita,
el pan ameno –óvalo que la noche argenta,
el torreón emplumado que atraviesa
los dedales del incienso. Fue
el odre fantástico de tu sangre vertida
por el glaciar embriagante de la floresta:
donde perdí mi carne agorera.

Yo caminé el musgo de los senderos
y hendí mi nombre en el obelisco
del horror primero –túmulo al fuego
que ninguna temprana órbita poseía
ni de otro caminante era tibio el eco,
ni tampoco la hoz de estío
que siega con su sonata lisonjera.

Entonces flaquearon mis fuerzas,
un sueño de moscardón y ribera fría
labró mi pensamiento –uña de invierno
carnívora, párpado de harina
en el mismo garfio ártico del sueño
o pétalo de un embalsamado enigma
que toda hora replica, cortador,
mi sola caricia incompleta.

Vi el recostarse lunar de la ausencia
en la hamaca marinera –escama lacteada
como el pabilo de un vientre acechante
o un velón de invisibilidad derretido,
verbo enraizado de arácnida umbría
a la pestaña de níquel que por siglos
paraliza el lecho noctámbulo del río.

Y más arriba el fantasma acristalado
de un sauce dormido –ovillo del tiempo
que acunaba tu dolor con el mío;
de obsidiana el sauce sin lágrimas,
en el silencio socavado imperioso
como diente de ebúrnea melancolía,
vértice y ventana constelado tan delirio.

Soñé la erótica mordaza del olvido
que acantona trópicos de angustia
en la crucifixión de otros paraísos…
Y abracé el tronco perseguidor de aire
con el sol y su locura taurina;
fui, intruso, el carcelario libertador
de una voluntad tejida con nieve y hambre.

Mas no era sueño la sombra esférica
por el sauce durmiente aquilatada,
no, ningún sueño era del soñante cerco,
no, sino el lívido roce del licor muerto,
increada figura del bosque amanecida
que hay en el perderte a cada tanto
cuando sueñas bajo un sauce mis heridas.


L.S.



Para mí de Lászlo  Székely en el país de Nunca jamás :)


1 comentario:

  1. La figura del sueño habita en el sauce, porque es tan profundo como aquellos ojos...

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