domingo, 20 de febrero de 2011

Él




El humo del cigarro se confundía con el efluvio caliente que emanaba de la boca de los transeúntes que disfrutaban del paisaje nocturno y urbano. La humedad era palpable en el aire, también la respiraban; la huella del calor excesivo, dada la época del año, parecía imperceptible mientras una ligera brisa bañaba el ambiente.

La luna resplandecía en lo alto del cielo inmensamente negro. A su alrededor ruido chocante, innecesario, absurdo. Tantas veces se preguntó porque le gustaba permanecer absorto en si mismo entre aquella cantidad de sonidos que lo llevaban a la locura. El frío, la sensación que recorría el cuerpo entero; los dedos de los pies apelmazados; las manos aferradas fuertemente a la tela de los bolsillos de su chaqueta; el cabello danzando alegremente, despeinándolo le trae el recordatorio de que sigue vivo y que, de alguna forma, se reconstruyó.

Entre palabras, música, recuerdos y nostalgia, se unieron las piezas. Esto era algo que sólo él sabía, para los demás su rostro sonriente iluminaba los instantes, una voz alegre, una burbuja de felicidad que, realmente, amenzaba con explotar, desaparecer y llevarse todo consigo. La lucha interna, no sólo la que él lideró, sino también la del remordimiento en su contra. La inevitable imagen de su vida siendo interpretada por alguien más, por un mal intento de sí mismo. Un afán débil que, siempre, siempre ante el fantasma, temblaba.

Tomó un respiro, alzó la vista al cielo intoxicado, cerró los ojos, vislumbró los de ella, y se dejó llevar un instante por el aroma del tabaco...

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