sábado, 19 de febrero de 2011

Tiempo


Un mes después, permanecía ansiosa en la espera de alguna señal que me indicara que te encontrabas cerca, aunque sólo fuera el efluvio del viento perfumado con tu aroma, cada vez que que recorría en mi mente esos caminos que trazamos para que permanecieran unidos y, sin más, un día perdí mi propio rumbo y no hubo forma de volver hasta donde tú te hallabas.


Medio año después, seguía buscando tu rostro entre las multitudes, evocándote con memoria pobres, deleznables, con las que tracé siluetas en las paredes vacías, les dí vida con el anhelo y eso bastó por instantes hasta que el tiempo hizo lo propio, lo justo, lo necesario; te sustituyó con aquello que te precedía, te desvaneció con el fresco brío, apeló a los recuerdos dulces, con rabia fortaleció el presente, desdibujó los resquicios, llenó de agua el vacío y encendió las luces de un nuevo sendero que me permitió recuperar la vía en dirección a lo desconocido y eterno.


Un año y medio después, el tiempo pasó porque quise contarlo, el tiempo revivió el sabor a mango de una tarde de agosto, la lluvia de junio, el calor enceguecedor de diciembre, el frío que heló mis entrañas en marzo, que, aun en primavera, congeló todo a su alrededor.


Ahora las razones sobran y aunque no haya impulsores aparentes, la necesidad de borrarte es más fuerte que mi necesidad de volver a escucharte. No queda nada más que dar ni hacer, el tiempo, tiempo, ese que tanto combatías, demostró que esto no podría significar menos. Podré volver a cometer el mismo error, pero con más fuerza regresaré sí, a volver a intentarlo. Volver a soñar, aunque en el intento me quede sin sueños.

1 comentario:

  1. Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento.

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