sábado, 10 de diciembre de 2011

Navidad adelantada

La navidad era una de sus épocas favoritas, a pesar de lo cliché que podía sonar. Cuando regresaba de la escuela, le gustaba mirar los adornos colocados en cada una de las casas, ya sea por lo bonitos o por lo rídiculos que algunas ocasiones llegaban a ser. Tanto foco le hacía ver distinto todo.
Para su edad, era más que evidente que ya no creía en cosas como los reyes magos, o santa claus, a éste último nunca le había creído mucho. No cambiaba la figura de su abuelito, por la de un viejo gordo con ojos de color raro. Prefería el mismo tono de ojos que tenía su abuelo, eran cálidos y cuando sonreía parecía que podían abrazarte; sobretodo en aquellos momentos en que él la encubría cuando ella trataba de ocultarse de sus tías.
No, para su edad era más que evidente que ya no creía en casi nada. Pero una parte de ese espíritu que la caracterizó en algun momento, pervivía en ella. Sólo que ya no funcionaba del mismo modo. Su reacción ante la sopresa era distinta. Ya no corría hacia los regalos con entusiasmo, ya no se levantaba temprano para ver que era lo que le habían traido como recompensa de portarse bien a lo largo del año.
Hace mucho tiempo comprendió que las cosas no funcionaban así. No importaba si te transformabas en la Madre Teresa de Calcuta, cuando las cosas tienen que salir de un modo así saldrán; es complicado mantener una parte oculta durante demasiado tiempo. Sólo se preguntaba, ¿por qué insitían siempre en ocultarle algo cuando era niña?, ¿por qué insistían siempre en hacer lo mismo esperando que ella no se diera cuenta de nada?
A los cinco años le dijo a su madre que sus malas calificaciones en matemáticas eran causadas por un deficiencia visual. Mentiras que se convirtieron en verdades. Resultó estar más ciega que un topo, pero aun así aprendió a mirar en la oscuridad, cuando todas las siluetas se perdían y sólo tenía sus manos para ir reconociendo con lentitud lo que la rodeaba y así alcanzar a salir del hueco.
Quizá era eso lo que lo impulsaba a cometer las mismas acciones una y otra vez, casi como si fuera requisito, pero ¿para qué? Los patrones irremediables, imposibles de destrozar. El mismo nudo, el mismo malestar. El ansia, y la desesperación. Un deseo que pocos comprendían y una manera de poseer que pocos aceptaban. Cuando veía los juguetes en la televisión, soñaba con como sería tenerlos, inventar historias con ellos. Cuidarlos, mantenerlos dentro de sus cajas. Arrumbarlos. El patrón, círcurlo irremediable. Deseaba con tantas ansias dejar de ser percibida de ese modo. Aunque las instrucciones que la acompañaban indicaran que ese era el empleo adecuado.
La navidad le gustaba, pero no le gustaban los juguetes. La navidad le gustaba, mas ya no creí en las palabras que muchas veces conllevaba esa época. Le gustaba la navidad y  a veces le gustaría volver a ser la niña ingenua de antes, una vez más, pretender que no notaba nada.

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